SINDICATOS CONTRA ROBOTS: EL MOVIMIENTO SINDICAL EUROPEO FRENTE A LA AUTOMATIZACIÓN

La automatización amenaza con desestabilizar los mercados de trabajo, incluso creando desempleo masivo. Los sindicatos europeos de distintos sectores, como los puertos de mercancías o los bancos, buscan formas de plantar cara a las máquinas y algoritmos que sustituyen a los trabajadores que representan.
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Albert Guasch

Albert Guasch

Soy un periodista que escribe sobre asuntos globales, política e historia y un profesional de la comunicación que trabaja para Club de Madrid, el mayor foro de expresidentes y ex primeros ministros del mundo promoviendo valores democráticos. He escrito para La Vanguardia, Euronews y Are We Europe, entre otros. También soy un alumni de la fundación Stiftung Mercator y un participo en la organización United Europe.

Para todos aquellos que avecinan un futuro distópico en el que los robots nos quitan el trabajo, una visita a las terminales APM del Puerto de Rotterdam les bastará para proclamar el Apocalipsis.

Las terminales APM del Puerto de Rotterdam descargan los colosales buques de carga del comercio internacional y preparan los contenedores de mercancías para su distribución en toda Europa sin apenas intervención humana. Unas gigantescas grúas totalmente automatizadas —elefantes en la jerga del puerto— descargan los contenedores de los buques y los depositan en unos vehículos sin conductor que transportan las mercancías a través del puerto en unos carriles predefinidos. Estos vehículos —que son capaces de detectar si su batería está baja y, de ser así, se cargan ellos mismos— amontonan las mercancías en una serie de pilas según su destino. Una vez más, una serie de grúas automatizadas cogen los contenedores y los cargan en los trenes o camiones que los distribuyen por toda Europa. A fin de cuenta, todo el proceso parece un gigantesco y preciso juego de Tetris que requiere poquísima intervención humana.

Los robots y procesos que están gestionando el Puerto de Rotterdam se están desplegando en otros sectores. Por eso decimos que estamos a las puertas de una Cuarta Revolución Industrial.

Para algunos expertos, la transición hacia un futuro automatizado será un periodo más bien negro. Los que propugnan esta tesis dibujan un escenario donde los avances de inteligencia artificial, la automatización y la digitalización de servicios dejan a mucha gente sin trabajo. El aumento de la desigualdad entre trabajadores plenamente integrados en el sistema y desempleados con poca capacidad de adaptación a los nuevos tiempos pondría en jaque a los sistemas políticos en la forma que los conocemos ahora.

No todo el mundo lo ve tan negro. Otros expertos relativizan el impacto de la Cuarta Revolución Industrial y recuerdan que en el pasado el ser humano ha sido capaz de adaptarse a estos cambios de paradigma.

El problema con estas predicciones es que no tienen una base sólida sobre la que sustentarse. Nadie sabe a ciencia cierta la intensidad de esta Cuarta Revolución Industrial. Un estudio de la Universidad de Oxford, ampliamente citado, sugiere que en Estados Unidos se podrían automatizar hasta el 47% de los trabajos. Otros estudios, en cambio, estiman un impacto mucho menor: la OCDE afirma que en los países desarrollados se perderían tan solo un 9% de los trabajos.

“El uso de sistemas automatizados se ha incrementado mucho desde los años noventa y predecimos que en el futuro este incremento se acelerará todavía más”, dice Georgios Petropoulos, economista del think tank Bruegel. Petropoulos confirma que todavía no existen suficientes casos de esta nueva ola de automatización que permitan estimar su impacto.

Un vistazo a los conflictos laborales vividos en el Puerto de Rotterdam y en el sector bancario europeo —donde la digitalización de buena parte de sus servicios está alterando el modelo de negocio— nos puede dar pistas sobre cómo se gestionarán los conflictos laborales derivados de la Cuarta Revolución Industrial.

El Puerto de Rotterdam: Un laboratorio de pruebas de la automatización

“Estamos encantados de recibir el futuro hoy y aquí mismo”. Con esta altisonante frase Kim Fejfer, CEO de las terminales APM del Puerto de Rotterdam, inauguraba estos prodigios de la robótica. Mientras, los trabajadores del puerto recelaban de este futuro esplendoroso.

El puerto de mercancías de Rotterdam en el año 2008 [Freek van Arkel vía cadenadesuministro.es].

Desde el punto de vista de los trabajadores, su permanencia en el puerto dependía de unas expectativas de crecimiento del tráfico portuario que creían imposibles. Temían que si el incremento en el volumen de mercancías estimado por las autoridades portuarias no se materializaba, casi todo el tráfico restante se procesarían a través de las terminales automatizadas y el puerto acabaría prescindiendo de ellos. El sindicato mayoritario del puerto, FNV Havens, se lanzó a pedir una garantía para que se mantuvieran los mismos puestos de trabajo hasta 2024. Una garantía que la autoridad portuaria calificó de “algo de otra era”.

“Al principio nos dijeron que la transformación de las terminales AMP crearía nuevos puestos de trabajo”, dice Niek Stam, líder del sindicato FNV Havens, “pero ahora se demuestra que los destruyó”.

Tras una serie de huelgas y negociaciones, los sindicatos arrancaron de las autoridades portuarias una garantía para los 3.700 trabajadores del puerto hasta julio de 2020. Eso sí, ya que la edad media de los trabajadores era bastante avanzada (54 años) muchos se acogieron a un plan de jubilación anticipado que reducía significativamente sus jornadas. Si se acogían al plan, los trabajadores que sobrepasaban los 60 años podían trabajar durante el 60% de la jornada percibiendo el 95% del salario.

Otra parte interesante del acuerdo afectaba a un corredor interno del Puerto de Rotterdam que tiene la finalidad de desviar aquel cargamento con destino al puerto de otro país —Reino Unido, por ejemplo— sin pasar por aduanas. Una versión renovada y automatizada del corredor interno debía inaugurarse en 2018, pero se decidió que permaneciera gestionado por los trabajadores del puerto y así conservar puestos de trabajo para los trabajadores más jóvenes.

“Los puertos son la avanzadilla de la automatización”, dice Olaf Merk, un experto en logística portuaria de la OCDE, y añade: “Ahora estamos todos muy expectantes con los vehículos sin conductor, pero los puertos los han tenido desde hace décadas. El auge del transporte en contenedores ha permitido estandarizar muchos procesos que ahora se pueden automatizar más fácilmente”.

Esto es algo que Niek Stam, desde su condición de trabajador del Puerto de Rotterdam, ha percibido por su cuenta: “En el pasado los equipos que gestionaban las grúas consistían en siete personas. Ahora requieren solamente de dos o tres trabajadores, porque buena parte de las tareas se han automatizado. Nuestro sindicato es pionero en este debate porque hemos estado sufriendo la automatización durante décadas”.

Pero más allá del Puerto de Rotterdam, no todos los trabajadores afectados por la automatización tienen potentes sindicatos detrás. Así lo cree Tony Burke, el asistente del secretario general de Unite the Union, el mayor sindicato del Reino Unido, que además asegura que este proceso afectará a una amplia gamma de trabajos. Se trata sobretodo de trabajos en sectores como la industria o los servicios, cuyas tareas son rutinarias y su potencial de automatización alto. Suelen ser también, según Burke, trabajadores con contratos temporales y muy poca protección sindical.

“Imaginemos que una empresa con muchos trabajadores temporales quiere introducir una nueva tecnología. Estos trabajadores temporales son los primeros que pierden el puesto de trabajo, ya que las empresas simplemente no les van a renovar”, dice Burke.

Esta idea entronca con las visiones más distópicas de la transición hacia la Cuarta Revolución Industrial. Los que las propugnan aseguran que esta destrucción de puestos de trabajo rutinarios y de baja cualificación puede incrementar una tendencia a la desigualdad que, por otro lado, ya está en alza en muchos países desarrollados desde la Gran Recesión. La OCDE encontraba en un informe del 2015 que el 10% de la población con renta más alta ganaba 9’6 veces más que lo que ganaba el 10% de renda más baja. Se teme pues que esta brecha empeore si el desempleo tecnológico hace crecer todavía más la desigualdad.

Es cierto que los trabajos rutinarios y de baja cualificación son los más fáciles de automatizar. Pero uno de los aspectos más novedosos de esta ola de cambio tecnológico es que la automatización de funciones puede afectar también a trabajos que tradicionalmente se han considerado cualificados y seguros.

Los trabajos preferidos de nuestros padres, también en riesgo

No son pocos los padres que lloran de alegría cuando sus hijos les dicen que quieren ser abogados o trabajar en un banco. Estos son tradicionalmente trabajos de alta cualificación que suelen marcar el fin de un viaje, a menudo tortuoso, hacia la seguridad y confortabilidad en el empleo. Con la automatización esto también podría estar a punto de cambiar.

Protesta contra el banco ING en Bélgica ante la oleada de despidos llevados a cabo por la entidad financiera [Foto: Stephanie Lecocq/EPA vía The Guardian].

La sustitución de puestos de trabajo que requieren años de estudios, inteligencia emocional y una sólida red de contactos todavía queda lejos, como es el caso de los juristas. Pero algunos de estos trabajos estables y seguros están viviendo su propio envite tecnológico.

Es el caso del sector bancario, que está atravesando una profunda transformación de su modelo de negocio a causa de la tecnología. Aparecen innovaciones por doquier. Por mencionar algunas: Aplicaciones que automatizan la atención al cliente, el Crowdlending —un modelo de financiación al margen de la banca donde un grupo de inversores presta dinero a empresas y particulares a través de plataformas de Internet— o las criptodivisas, que ofrecen alternativas a las monedas tradicionales.

Éstas y muchas otras innovaciones han facilitado la aparición de una serie de start ups que ofrecen servicios financieros al margen de los bancos. Son las llamadas fintech —contracción inglesa de las palabras finanzas y tecnología—, empresas que pedazo a pedazo quitan mercado (y puestos de trabajo) a los bancos. Aunque hay que recordar que no todas las pérdidas de trabajos sufridas por el sector bancario se deben a la tecnología: la resaca de la Gran Recesión también dejó un panorama financiero muy inestable que se cobró puestos laborales.

Lejos de quedarse atrás, los bancos se están apuntando al carro de la innovación tecnológica reformulando sus propios servicios para adaptarlos a los nuevos tiempos. Pero esto no se traslada en un aumento de puestos de trabajo, más bien lo contrario. El banco holandés ING anunció en octubre de 2016 un plan para invertir 800 millones en su propia transformación digital. La medida se tiene que trasladar en ahorros anuales de 900 millones de euros e inicialmente se iba a cobrar unos 7.000 puestos de trabajo en toda Europa, además del cierre de varias sedes. Pese a que los despidos afectaban a casi todas las categorías laborales del banco, el grueso del ajuste recayó sobre los trabajadores de oficinas. En Bélgica, por ejemplo, se van a cerrar 600 oficinas, casi la mitad de las que ING tiene en este país. A medida que los clientes se pasan al móvil para realizar sus operaciones bancarias, cada vez tienen menos necesidad de pasar por la oficina del barrio.

“Desde un punto de vista legal, los despidos derivados de la tecnología son iguales a los que responden a otras causas”, dice Herman Vanderhaegen, líder del sindicato belga LBC-NVK. Vanderhaegen afirma que los despidos de ING son consecuencia de la tecnología, pero también responden a otras causas, como las promesas que hizo el banco a los accionistas en el retorno de sus dividendos y que él califica de irreales.

“La reacción de la plantilla fue muy emocional y algunos estaban furiosos porque sabían que la tecnología era tan sólo una de las causas de sus despidos”, dice Vanderhaegen.

En el plan anunciado por ING, 3.500 trabajadores iban a ser despedidos de los 9.000 que tiene ING en Bélgica. Gracias a un acuerdo alcanzado en marzo de 2017, se permitió que los trabajadores mayores de 55 años abandonaran el banco con un sueldo de entre el 60% y el 80% respecto al que percibían como empleados. Esto duraría hasta que alcanzaran la edad de jubilación. A algunos trabajadores jóvenes también se les dio incentivos para que dejaran el banco.

El sindicato sigue negociando con ING y Vanderhaegen asegura que puede rebajar el número de despidos obligatorios —esto excluye a los que se acogen a los planes anteriormente descritos— a 450. “ING es una empresa muy rentable y por lo tanto tiene que pagar el coste social que está causando”, dice el sindicalista.

Más allá del número exacto de trabajos que se cobre la transformación digital de ING, el caso de ING nos deja una lección: No todos los trabajos que tradicionalmente consideramos seguros, como aquellos relacionados con las finanzas, son un refugio al cambio tecnológico que viene. Según Vanderhaegen, los propios trabajadores que abandona ING buscan trabajos en otros sectores, como en la administración pública.

“No resulta fácil encontrar otro trabajo cuando has dedicado 15 o 20 años de tu vida a la banca. Por eso ofrecemos asesoramiento profesional a los trabajadores que quieren reevaluar lo que quieren hacer en función de sus habilidades”, dice Elke Maes, la secretaria nacional de LBC-NVK.

Maes cree que los sindicatos tienen que ofrecer sus propias respuestas al reto del paro tecnológico. Éstos son los planes del suyo: “Tenemos que aceptar que en algunos sectores trabajar de 9:00 a 17:00 ya no es normal. Hemos formado a nuestros representantes sindicales y hemos distribuido instrucciones y folletos sobre qué podemos aceptar o qué debemos rechazar en futuras negociaciones donde la tecnología sea un factor”, dice la secretaria nacional de LBC-NVK.

Jornada reducida y otras oportunidades

Unite the Union, el mayor sindicato del Reino Unido, también encara el debate sobre la automatización asumiendo su rol de protectores de los trabajadores ante el envite tecnológico: “Sabemos que sucederá y que no hay nada que podamos hacer para pararlo”, dice Tony Burke.

Len McCluskey, el secretario general del sindicato, instó al gobierno británico en marzo de 2017 a crear una comisión para examinar el riesgo que supone la automatización para la economía del país. Para McCluskey hay que poner especial atención a la industria del motor, la manufactura y los servicios, ya que son los sectores que se van a automatizar antes.

Protesta del principal sindicato del Reino Unido en la actualidad, Unite the Union [Foto vía barnsleycsc.com].
McCluskey dice que la automatización podría ser positiva si se gestiona bien: “Tendría que ser una oportunidad para reducir la jornada de trabajo y mantener el mismo sueldo; o para crear programas de reeducación que mejoren las cualificaciones profesionales de los trabajadores existentes y también crear nuevos programas de formación profesional”.

El gobierno británico, inmerso en crisis más acuciantes, no ha tomado ninguna acción en base a las demandas del secretario general de Unite the Union“Ahora mismo el debate se encuentra en el ámbito académico, en los think tanks y en los sindicatos. El Partido Laborista presta atención a nuestras preocupaciones, pero no ofrecen ninguna respuesta”, dice Tony Burke.

Niek Stam, líder del sindicato del Puerto de Rotterdam, alerta sobre los efectos de la automatización sobre el Estado del bienestar. Menos gente empleada puede traducirse en menos ingresos fiscales para los estados. Y estos estados hoy en día tienen poco margen de maniobra fiscal: no serviría, por ejemplo, compensar la pérdida del impuesto sobre la renta aumentando el impuesto de sociedades; habida cuenta de que en los sistemas fiscales actuales muchas empresas son capaces de eludir el pago de millones de euros de dicho impuesto de sociedades.

Ésta es la razón por la que Stam está a favor de un impuesto a los robots. “En una sociedad justa, los robots que nos quitan los empleos también deberían tener la obligación de pagar impuestos”, dice

La idea de gravar los robots con impuestos tiene muchos partidarios, algunos tan conocidos como Bill Gates, el fundador de Microsoft. También el Parlamento Europeo consideró introducir este impuesto para crear un fondo que financiara programas de capacitación para trabajadores afectados por la tecnología, pero la medida fue rechazada. Una ventaja de este impuesto, según Gates, consistiría en que reduciría el ritmo de introducción de estas tecnologías en las empresas y así podríamos gestionar mejor sus efectos.

La idea de la renta básica universal también está ganando muchos adeptos entre los foros académicos y los think tanks económicos. Sería un modo de mitigar los efectos del paro tecnológico y evitar el surgimiento de una clase precaria que pusiera en jaque los sistemas políticos actuales. Aunque, tal y como se ha dicho, esto dependerá de la cantidad de puestos de trabajo que los robots y los algoritmos acaben destruyendo, algo que todavía no podemos predecir.

La automatización no siempre se traduce en pérdida de puestos de trabajo. Ésta es una cuestión parecida a la que se cernía sobre los cajeros de los bancos cuando en los años setenta se introdujeron los cajeros automáticos. ¿Iba a desaparecer su trabajo? La realidad fue que gracias a la reducción de costes que acarrearon los cajeros automáticos,  los bancos abrieron más sucursales. Se contrató más personal, pero la naturaleza del trabajo cambió. Los nuevos empleados de banca no se limitaban a dar dinero a los clientes, más bien les vendían productos financieros, algo que los humanos hacen mucho mejor que las máquinas.

No hay duda de que, sin entrar en cuestiones de números, algunos trabajos se perderán. A media que el ritmo de la automatización se acelera, los sindicatos tienen que redoblar sus esfuerzos. Porque en el siglo XXI, estas organizaciones no pueden defender las tesis que defendían en el siglo XIX, como el ludismo. Tal y como dice Tony Burke: “Uno no puede revertir la invención de la electricidad”.

Este artículo se ha realizado en el marco de The Agora Project, una redacción temporal de periodistas europeos que han colaborado para producir historias sobre los retos de la Europa actual. Consulta el proyecto y las historias del resto de autores en este enlace.